“La Virgen de mi niñez”
En aquellos años, el templo recién construido (lo que hoy es el salón comunal de la colonia 1ero. De Julio en Guatemala) lucia desnudó, unas cuantas cortinas, una mesa para el altar y un Crucifijo al frente. Fue por esos días que padre Salvador Huguet, llevó una de las primeras imágenes religiosas a la parroquia, una imagen de la Virgen de Lourdes.
Era una bella imagen, con carita de azucena, reflejos dorados en su manto blanco, una mirada sublime y penetrante. Fue colocada en un pequeño altar improvisado, muy sencillo, al que desde el primer día, nunca le faltaron flores.
Desde muy niño, siempre me dijeron, que las imágenes, solo imágenes son, que no hacen milagros, pero hay que guardarles respeto por lo que representan y me recalcaban que no son lo que representan. Y con respecto a la Virgen María, que ella es la madre de Jesús y cómo tal merece nuestro cariño y respeto, pero hay que ir siempre primero a Dios y solo a Dios.
Pero cuando yo la miraba, era como un helado frente al sol, me derretía y mi corazón latía a toda prisa y aunque no sabía aún escribir, luego de un Ave María, le recitaba mis versos, es que frente a ella brotaban como rosas en un rosal, como el agua en un manantial.
Cuando era un niño, vivía de ella fascinado y todos los días cortaba una flor del jardín, para demostrarle mi amor, al llegar a la iglesia, la ponía a sus pies y a prisa rezaba un Ave María y luego le decía: Que no me gustaban las niñas, pero me gustaba ella y mi madre. Luego me iba a jugar con mis amigos, pensando en Ella.
Recuerdo el día de mi primera comunión, junto a mis dos hermanos, era un día más que especial, porque ese día que iba a tocar el cielo. Mi padre nos mandó a hacer a los tres trajes iguales, lo mismo que los zapatos (sólo Dios sabe el sacrificio que hizo), los tres íbamos, junto a otros niños, con mucha alegría. Ese día, sentía su mirada sobre mí, sentía como un fuego en mi corazón y lloraba de sentimiento y emoción, porque iba a recibir a Jesús Eucaristía. Y comprendí que la Virgen María esta presente en cada Eucaristía.
Ella fue la Virgen de mi niñez y aunque nunca la deje al olvido, si la dejé de frecuentar y deje rezar. Pero la Madre que conoce a sus hijos, siempre sabe, que el pajarito, aunque vuele, vuelve al nido y ella siempre está con los brazos y el corazón dispuesto para recibirte y acompañarte en tu caminar.
Esta bella imagen, sigue de pie, en el actual templo de la parroquia Jesús Resucitado, ha sido testigo, de los inicios de la parroquia, de la vida y desarrollo de la comunidad, de la lucha que hizo el padre Antonio Mateo Trabadelo por construir el templo, de un sin fin de primeras comuniones, de casamientos y también de esas misas en las que hemos despedido, a quienes se han ido. Ha sobrevivido un terremoto, vientos huracanados y temporales de tormentas incesantes. Ha visto ya a 5 párrocos en sus afanes y sus esfuerzos, los ha acompañado en su ministerio y su fe. Ha sido testigo del amor de una comunidad de fe, que persevera y espera en Jesús Resucitado.
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