(La divina pastora)
Extendió su cayado
y la epidemia cedió,
el lobo en forma de cólera
ante su presencia huyo…
El buen pastor trasformo
su cayado en una cruz,
para que nadie se perdiera
y se guiara por su luz.
La madre el cuerpo sin
vida vio descender,
ella lo recibió y sus lagrimas
sobre ese cuerpo santo vertió.
¿Quién la consoló?
¿Quién su sangrante corazón sano?
Si hay penas para las que no
hay consuelo, si hay golpes
para los cuales no hay nada,
ni nadie que calme ese dolor.
Solo el amor, puede sanar
y transformar ese dolor
en algo creador y fecundo,
solo el amor puede darle
sentido al sin sentido.
Es por eso que ella, en silencio
con cada latido esperaba,
su resurrección…
Esperaba de su hijo,
su mayor manifestación.
Ella la pastora divina
que, con infinita ternura,
acompaña al rebaño de su hijo,
al encuentro con el padre.
Porque ella sabe que él es,
“El camino, la verdad y la vida”
y el lobo con sus artimañas de engaño,
siempre anda a la asechanza,
buscando dividir y desviar al rebaño.
¡Oh divina pastora!
Carita de azucena que enamora,
el corazón implora tu compañía,
en los momentos de angustia y alegría.
¡Oh divina pastora!
Tu sabes que yo solo no puedo,
que mi humanidad fácilmente
se deja seducir, que el lobo muchas
veces disfrazado me ha engañado.
Por eso acudimos a ti,
divina pastora, pastora de
y este continente, donde la fe
y la esperanza son inminentes
cuando contemplamos tu presencia.
Oxwell L’bu copyright 2018
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