(Jeshua keroim Imma)
Bajo el peso de la cruz,
Jesús cayó por primera vez
y recordó que de vez en vez,
en sus momentos de angustia
infantil, él la llamaba Imma
y ella con prisa solicita,
corría hacia él.
Ella lo sintió crecer
en su vientre inmaculado,
ella lo vio como un niño
a su costado, buscando
su regozo, lleno de alegría
y de gozo.
La cruz iba dejando un rastro,
que ella seguía con fidelidad,
había un haz de luz que proyectaba
esa cruz... La luz que da visión
al ciego y es guía en la tribulación.
El espíritu esta dispuesto,
pero la carne es devil y Jesús
cae por segunda vez,
pero antes se encuentra con la
reconfortante mira de su madre,
sabiendo que ella lo sigue,
envuelta en un silencio reverencial,
el cual no es cobardía sino
aceptación de la voluntad de Padre.
En el forcejeo una sandalia se rompre,
más las huellas del pescador,
van dejando un camino de amor;
allí va él hijo buscando el rostro
del Padre.
Pero la sancadia de la indiferencia,
lo hace caer por tercera vez,
él se pone de nuevo de pie,
sabiendo que la sangre que cae,
fecundar a la tierra y le dará
nuevos hermanos a quienes
los encomendara a la madre.
¡Jeshua koroim Imma!
En el silencio, ella escucha su voz,
una voz que desgarra el alma,
una voz que todos ignoran,
que nadie escucha, solo
el corazón de la madre.
¡Imma!, ¡Imma!
Ella está allí para consolar
sin impedir que se cumpla
la voluntad del Padre;
ella esta allí para ser testigo,
sin maldecir, sino para dar
testimonio junto al hijo,
que la prueba más sublimé
del amor es el perdón.
Oxwell L’bu Copyright © 2017
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