Cuando las tempestades de la vida,
parecen cerrarme toda salida;
cuando a mi parecer, siento todo
perecer, me acuerdo de ti.
Que ante las pruebas, no te victimizaste,
ni empezaste a buscar culpables,
sino confiaste y no dudaste en poner
todo en las manos del Padre.
Porque Él es fiel a sus promesas,
El, no improvisa, ni toma decisiones
a prisa; Él siempre está en el tiempo
perfecto y el plan perfecto.
Por eso te evocó, Santa María,
porque en ti no está la apatía
del que no ve en todo la mano de Dios,
ni la absurda confianza de quien pone
su esperanza en sus propias fuerzas.
Por eso te evocó y con eso provocó,
en mi alma, el querer estar más cerca de ti,
el querer parecerme a ti, que eres mujer
de una sola palabra y que vivió en consecuencia
del “hágase” con el que te entregaste.
Por eso te evocó y en mi renace esa tierna
devoción a la reina de mi corazón,
te evocó y en mi ser provocó,
el querer caminar cuando quisiera descansar,
el querer confiar, cuando las dudas me vienen
a hostigar.
Te evocó Santa María y junto a ti,
pongo las manos en el arado y mientras
hago mi faena, rezo junto a ti,
porque en ti descubrí, esa fe que mueve
montañas.
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