lunes, 15 de julio de 2019

“Y escuche sus silencios...”

“Y escuche sus silencios...”
Esas Aves Marias rezadas a prisa, esas oraciones insistiendo en lo mismo, esa alabanza triada, quedaron en silencio, quedaron en la nada y entonces escuché sus silencios...

Silencios de testimonio elocuente, que por lo mismo no precisa de palabras, silencios de fe, de confianza y entrega, de callar cuando no se comprende y guardar las enseñanzas en el corazón, para que llegado el momento brillen como estrellas en la obscuridad.

Escuche sus silencios, que no son de indiferencia, ni fruto de una penitencia, sino la voz del amor. En ese silencio reverencial, donde el corazón se desborda de esa agua mineral que es consuelo... Porque, que son las obras sin caridad?  Que son nuestros afanes y orgullos frente a la eternidad?

Escuche sus silencios y se reveló su tierna voz, una voz imponente como un rayo y a la vez tan sieve como la brisa de la primavera; no conseguí articular palabra alguna y fue lo mejor, porque cualquier palabra hubiese sido inoportuna, pues aquel era un momento para escuchar.

Escuche su voz y no, no fue mi imaginación, pues esta desconoce por completo los misterios que el silencio revela. Escuche sus silencios y la contemplé y la veneré, como debe hacerlo un hijo de Dios.
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