“Alocuciones Marianas”
La sublime belleza de su presencia, el misterio inexpugnable de su misterio, la música inefable de su voz, como un reflejo sigue latente, apresar que el tiempo y la monotonía desgastan, y caminar en el desierto tarde o temprano llena con incertidumbre, zozobras y dudas el alma.
Han pasado muchos años, ha sido largo el camino y de aquellas sublimes alocuciones, solo queda el silencio y de vez en vez el eco lejano de una voz cuyas palabras son como un trueno…Pero la duda es corrosiva, cómo tener certeza de que la imaginación, no jugó con los sentidos; como saber sino se fue víctima de una alucinación que embriagó el corazón y cuya resaca es un silencio incuestionable.
Ella ya pasó por allí, conoce el camino de los peregrinos de la fe; Ella sabe que no hay reto más grande para la fe que la monotonía y aparente inutilidad del silencio. Pues tras recibir el anuncio de parte del Ángel, quedó en espera de su cumplimiento, el anuncio estaba lleno de luz, pero la espera de sombras; el anuncio hablaba de un rey, pero Jesús por treinta años no pasó de ser un carpintero.
Luego fueron tres años, entre momentos de portentosas manifestaciones, entre la aclamación de algunos y la desaprobación de quienes sustentaban la autoridad y decían tener la última palabra. Pero Ella seguí firme en su fe y cuando parecía que por fin la promesa se cumplía, lo vio crucificado y abandonado…
Ella conoce el camino y sabe que no hay atajos, como lo han constatado, los anawin de Yahve… Pero el tiempo también es un filtro que separa la inexactitud de las emociones así como el juicio inexacto de las razones.
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