Aplastamos hacer el bien, postergamos las buenas obras y dejamos para mañana las buenas intenciones...
Pero somos prontos para las diversiones, nos dejamos arrastrar por las pasiones y no pocas veces, somos ligeros para la maldad.
Porque lo nuestro es buscar recompensar, obtener satisfacciones y la Peraza, no pocas veces se interpone, con lo que en el corazón, Dios nos propone.
Si pusiéramos nuestros ojos en María, huiría la apatía y seríamos solícitos como ella; porque fue ella quien salió al encuentro, si importarle si era el mejor momento y con el corazón contento visitó a Isabel y al llegar la lleno del Espíritu Santo. Más nosotros aparte que no llegamos y si lo hacemos, es de mala gana y llenamos de desesperanza al que esperaba por nuestra presencia.
No pocas veces nos gana, la negligencia y lo que quisimos hacer, se convierte en remordimientos...Mira que está vida no es eterna, mira que las oportunidades son bendiciones que debemos tomar, para luego no lamentar.
Mira a María y su ejemplo, mujer de largos silencios, pero elocuente al realizar, porque las buenas obras no se pueden aplazar, deja que ese río de agua viva fluya en todo tu ser y siéntete estremecer, haciendo el bien.
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